El rincón literario. Escribe: Sofía Ferrero

17.03.2014 18:31

Fue un miércoles de diciembre - Revista N° 2 - Febrero/Marzo de 2014 

Ese miércoles fue uno como cualquier otro miércoles de diciembre, me levante a las diez de la mañana, puse la pava a calentar y me sebe unos mates. Esperaba a mi mejor amiga, Clara, para que me avisara como había rendido. Mamá se había ido a comprar el whisky preferido de mi papa, porque si llegaba la noche y no lo tenia se ponía de mal humor.

Como a la media hora el teléfono sonó, yo pensé que era Clara diciéndome que le había ido bien. Pero no, no era ella, me estaban llamando del Banco Nacional de Datos Genéticos, al que había asistido meses antes, avisándome que ya estaban los resultados. Me puse la primera ropa que encontré, le deje un papel a mamá que me había ido a lo de Clara porque si se enteraba lo que había hecho no me lo iban a perdonar mas, tomé el colectivo y cuando llegué tomé aire y entré. Me hicieron esperar diez minutos hasta que me atendieron, los diez minutos mal largos de mi vida, diez minutos donde me pasaron un millón de dudas por la cabeza: me preguntaba si había hecho bien en acercarme, si no había sido cosa mía creer que podía haber sido adoptada, que iba a hacer si los análisis daban positivo. Cuando me llamaron quede pálida, volví a tomar aire y entré a una oficina, en esa misma oficina me confirmaron que sí, yo era hija de desaparecidos.

Se me paso la vida en frente de mis ojos, no sabía qué hacer; no sabía cómo iba a poder mirar a mis padres a los ojos, no sabía que iba a ser de mí a partir de ese momento; lo único que sabía era que era hija de Pablo y Melisa, y que me llamaba Valentina.

Aguantando las ganas de llorar, las ganas de romper todo, me acerqué a la Sede de Abuelas de Plaza de Mayo, donde me esperaba Martha. Cuando entré me estaban esperando, y aunque el abrazo con mi abuela fue frio, fue uno de los mejores que me dieron en mi vida. También conocí a tres de mis primos y a mis tíos; Martha me dio su dirección y su teléfono, para que cuando necesite la llame.

De la sede de Abuelas salí totalmente pasmada. No sabía dónde ir y decidí irme a la casa de Clara, cuando llegué llorando todos dejaron de comer, se asustaron un montón, me preguntaban que me pasaba y yo sin poder casi hablar les di el informe, aunque Clara sabía porque ella fue la que falto conmigo a la escuela para acompañarme a hacer el ADN. Les debo todo a esa familia si no me contenían ellos no se qué hubiera pasado, porque cuando te enteras una cosa así lloras de dolor, el dolor inmenso de saber que te mintieron durante toda tu vida, lloras porque en un punto estas feliz de saber la verdad, lloras por el simple hecho que es lo único que te sale en ese momento. Susana, la mama de Clara, me preguntó si quería quedarme unos días ahí, yo le dije que sí. Y mi amiga me acompaño a buscar unas mudas a mi casa.

Cuando llegue papá estaba muy enojado, me dijo “vos que te pensás mocosa que esto es un hotel, que se entra y se sale cuando quiere”; yo lo mire y le tire una copia del informe, me fui a mi pieza y en un bolso guarde toda la ropa que me entro, el me negaba todo y me decía que no me tenía que creer todo lo que decían, que ellos eran mis padres, que ellos me criaron y yo les dije que sí pero que me iba a ir unos días a la casa de Clara, me fui, aunque ellos no estuvieron nunca de acuerdo.

El viernes llamé a Marta para que me contara cosas que yo no sabía, me invito a su casa; cuando llegué arriba de la mesa había una caja y me empezó a mostrar fotos, fotos de mi mamá embarazada, fotos del baile de egresados de mi papá, cosas que me habían comprado. La hora se paso volando y yo me tenía que ir a lo de Clara,  mi abuela me dijo que si el domingo quería ir a comer fideos caseros, yo le dije que sí porque no quería perder el contacto.

Yo estaba entre la espada y la pared porque por un lado tenia a Marta y por el otro a mi otra familia, y no quería perder el contacto con ninguna de las dos partes porque aunque me dolió que me mintieran  yo me crie con ellos y aunque con Marta no había compartido momentos no dejaba de formar parte de mi historia.

Hoy ya pasaron cinco años desde ese miércoles de diciembre y aunque fue difícil no perdí el contacto ni con mis viejos ni con mi abuela, porque creo que hoy mi realidad es esta, tengo dos familias y negarme a alguna seria como negar la realidad que me tocó, sería negar mi historia, igual que a muchos chicos como yo a los que les negaron su identidad, y si me preguntan la identidad es el derecho más grande que tiene una persona, así como la historia por más dura que sea es lo más importante que tiene un país. Tengo que decir que a pesar de todo lo que pasé, ese miércoles de diciembre cambio mi vida para bien, me sirvió para abrir los ojos, para crecer, para saber que muchas veces lo que nos imponen no tiene que ser precisamente lo que realmente somos.

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-Sofía Ferrero es alumna de la Escuela Normal "José Figueroa Alcorta" de la ciudad de Bell Ville.

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