Testimonio de la Prof. María Angélica Bentatti - Revista N° 1 - Año 1 - noviembre/diciembre 2013

03.12.2013 07:06

Al Rector Prof. Bernardino S. Calvo

  El nueve de abril de mil novecientos ochenta y siete ingresé al ISFD “Mariano Moreno”, al Instituto y ese día fue también el de mi ingreso a la docencia. Mi primer rector fue Bernardino Santiago Calvo, el Profesor Calvo, así le decíamos los que trabajábamos con él, una forma de respecto y de mucho cariño, sentimientos que se generan espontáneamente y que son signos de la verdadera autoridad, no la que se impone sino la que se construye desde el saber, desde el respeto por el otro y desde la honestidad.

  Es difícil comprender a la distancia, desde el presente, especialmente para quienes no fueron protagonistas de esa historia qué y cuánto significó su regreso luego de su injusta e infame cesantía. Sé, porque me consta y me constaba entonces, que para nosotros (todos los que hicimos lo posible para que esto sucediera) su regreso al Instituto significó el triunfo de la verdad, de la vida, de la justicia y de la esperanza de un futuro que pudiera reparar tanto oprobio. Otros, en cambio, estuvieron obligados a enfrentarse con el que había sido objeto de sus delaciones, infamias y mentiras. Muy a sus pesares tenían que aceptar que aquél a quien habían hecho cesantear y encarcelar ahora era el que dirigía nuevamente el Instituto. Nunca hubieran imaginado que algo así pudiera haber acontecido. Tanto fue que creyeron que ese régimen dictatorial y de muerte había llegado para perpetuarse que dejaron huellas de sus miserias: documentos, expedientes, libros de actas, o haber albergado como huésped a quienes vinieron a usurpar ilegítimamente la dirección del Instituto, entre otras tropelías.

  Sin embargo, cuando Dino regresó y debió enfrentarse con los rostros de quienes lo habían delatado y entregado no lo hizo desde el odio o el rencor, no. El trato para con ellos fue deferente y respetuoso, situación que aumentó su hombría de bien y acentuó la vileza de estos que no demostraron ni vergüenza, ni disculpas, ni arrepentimiento.

   Inmediatamente después de su arribo al Instituto, hizo lo que sabía hacer: lo posicionó como institución formadora, convocó a los mejores especialistas en distintas áreas  y expertos que pudieran colaborar para que nuestro profesorado volviera a ser una de las instituciones formadoras de docentes más relevantes de la provincia, que pudiera recuperar aquel brillo que supo ofrecer antes de la dictadura del ´76. Y aunque su dirección no duró todo el tiempo que muchos quisimos, fue lo suficiente como para dejar una marca imborrable tanto para la vida institucional y la historia del Instituto cuanto para la memoria de quienes tuvimos el honor de compartir esos tiempos con el Dino Calvo, nuestro entrañable Rector.

 

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