Testimonio de la Prof. María Angélica Bentatti - Revista N° 1 - Año 1 - noviembre/diciembre 2013

03.12.2013 07:15

Durante un acto del día del Maestro

    Para el acto del día del Maestro del año 1985, como es habitual, los docentes habían organizado quién iba a leer las glosas conmemorativas, quién era el encargado de alistar a abanderados, quién leería algún texto poético o reflexivo o de algún género que se adecuara a las circunstancias, entre otras cosas que se estilan para esas ocasiones institucionales. Sin embargo, esa noche de septiembre de 1985, en el salón de actos del Instituto Nacional Superior del Profesorado “Mariano Moreno”, las palabras alusivas no sólo estaban destinadas al padre del aula sino que además se había programado que después de que terminara la ceremonia correspondiente al 11 de septiembre, se iba a homenajear a la rectora interventora María Luisa González de Vismara.

    El homenaje se debía a que la rectora, enviada a normalizar el Instituto por las autoridades ministeriales de la dictadura, se retiraba de la docencia por haber cumplido los años para gozar de los beneficios jubilatorios, beneficios de los que gozó hasta su muerte. El sentido homenaje consistía en la entrega de un importante arreglo floral que la rectora recibiría de parte de miembros de la comunidad educativa, flores que iban a estar acompañadas de un encendido discurso proferido por un miembro del claustro docente - también ya fallecido- que por circunstancias que mencionaré en este artículo, no pudimos escuchar pero que seguramente hubiera sido muy elogioso, emotivo y sincero tal como  según creía el orador (sino no habría sido elegido o no se hubiera postulado para tal empresa) merecía la retirada rectora.

   Un grupo de estudiantes (dos) creíamos entonces (y seguimos creyéndolo ahora, muchos años después de entonces) que la rectora jubilada no merecía ni flores, ni encendido discurso, ni honores, ni aplausos, ni besos, ni ninguna aprobación por la gestión realizada en la dirección del instituto desde 1976 hasta su retiro. Por esa razón, empapelamos las paredes del Instituto, pasillos, aulas y especialmente, las del salón de actos para que fueran aún más visibles para quienes (se justificaban) no se habían enterado de nada de lo que había pasado dentro y fuera de esas paredes. Escribimos ese panfleto en una Olivetti letra 23, mimeografiamos las copias y las distribuimos estratégicamente en todos los lugares visibles del edificio. Lo hicimos deliberada y planificadamente antes de la hora señalada para que quienes se justificaban diciendo que no sabían nada y para los que sí sabían y estaban totalmente de acuerdo, supieran que nosotras sí nos habíamos enterado de todo y no estábamos de acuerdo con nada y que en esa democracia reciente, en pañales, aún muy débil, empezábamos a denunciar qué cosas pasaron dentro y fuera de esas paredes durante la normalización de la jubilada rectora.

   Las integrantes de la Agrupación de Alumnos del Profesorado “Mariano Moreno”, agrupación integrada sólo por dos miembros, habíamos dispuesto que presenciaríamos y escucharíamos respetuosa y atentamente lo referido al acto correspondiente al día del Maestro pero cuando empezara el homenaje a la jubilada rectora, nos retiraríamos del salón en demostración de desagravio y desaprobación a ese inmerecido homenaje. Así lo hicimos, pero para nuestra sorpresa y a pesar de que en principio las de la idea sólo fuimos dos, se retiró la mayoría del alumnado y sólo quedaron los acólitos organizadores, sus adláteres y algunos alumnos prolijos y obsecuentes.

  Después del exitoso retiro, los azorados miembros que integraban el Consejo Consultivo del año 1985, clamaron ante el Rector Helio Juan Zarini y le exigieron que nos expulsara de la institución por nuestro accionar sedicioso para con la jubilada rectora. El señor Helio Juan Zarini (según él mismo nos lo contó años más tarde) les respondió: “firmen ustedes, yo no firmo ni avalo nada”. Helio Juan Zarini merece el reconocimiento, tanto de nuestra parte por haber sido directamente beneficiadas con su loable actitud, como por toda la sociedad bellvillense por lo que significó su aporte a la democracia en momentos de nuestra historia reciente en el que no todos los que ahora se exhiben, se pronunciaban en su defensa. Éste es un capítulo de la historia local que está pendiente, el reconocimiento de los héroes anónimos, invisibles que sin elucubraciones ni especulaciones, hacían lo que todo hombre de bien hubiera hecho: visitaban a los familiares de sus amigos presos, no firmaban, ni avalaban expulsiones a estudiantes, ni denunciaban a compañeros de escuela, ni hacían ninguna de las cosas horribles que hicieron muchos civiles que permitieron y facilitaron las atrocidades producidas por los militares y que sin su colaboración no se hubieran cometido. Al Señor Profesor Helio Juan Zarini, nuestro más sincero, merecido y querido homenaje.

    Muchos bellvillenses participan activamente de las reuniones que se organizan para conmemorar las fechas vinculadas con la dictadura, en aquéllos años no éramos tantos. Hemos guardado y difundido documentación que da cuenta de lo que nos hemos ido enterando de lo que pasó en el Instituto durante la última dictadura cívico militar, documentos que exhiben lo peor del ser humano: delaciones, injurias, infamias y actos que demuestran la peor de las cobardías y que muestran lo peor del ser humano. El hecho de referencia es sólo uno de tantos, ni siquiera es el peor, hubo otros infinitamente más crueles, más dolorosos e irreparables, pero en éste fuimos protagonistas directos, no nos lo contaron.

     Nuestra función como docentes y que es precisamente nuestra función privativa, es mediar entre la sociedad y los estudiantes. Entre otras cosas, esto nos exige recuperar la historia y develar lo que permanece oculto para, de algún modo, evitar que se cristalicen otras versiones de la historia, que se cuenten otros relatos, otras visiones alejadas de lo que en verdad sucedió durante un acto, en el salón de actos del Instituto Nacional Superior del Profesorado “Mariano Moreno”, en los albores de la democracia, en septiembre de 1985. 

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